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8.5.11

Víctor Hugo: Clarín es la llaga moral más terrible de la Argentina


Lo tildaron de “oficialista”, perdió amigos por discutir de política y recibió fuertes acusaciones de colegas, como el caso de Jorge Lanata. Renunció a la Academia Nacional de Periodismo, cuando la entidad salió en defensa de Clarín tras el bloqueo a su planta impresora. Víctor Hugo Morales, periodista y relator deportivo, habla de la libertad de prensa y del papel de los medios hegemónicos.

Miradas al Sur. El pasado 20 de abril, la Academia Nacional de Periodismo (ANP) de la Argentina le aceptó la renuncia a Víctor Hugo Morales en lo que fue su primer plenario anual, según confirmaron fuentes de ese colectivo de periodistas. La aceptación le fue comunicada vía mail, y aunque no se emitió comunicado público alguno, Morales ya no aparece más en la página web de la entidad.
En los últimos meses, Morales estuvo en el centro de un parte aguas en el que no parece haber más opciones que a favor o en contra del Gobierno. Lo tildaron de “oficialista”, perdió amigos por discutir de política y recibió fuertes acusaciones de colegas, como el caso de Jorge Lanata, quien señaló públicamente que “Víctor Hugo se dio vuelta” a cambio de ganancias extraordinarias con su periodístico televisivo Bajada de línea, que los domingos ocupa el primetime de Canal 9.
La situación llegó a su paroxismo el pasado 27 de marzo con el semibloqueo a las plantas impresoras de Clarín y La Nación. El hecho desató el repudio de amplios sectores de la sociedad y fue considerado como un atentado a la libertad de prensa a manos del Gobierno, incluso por la Academia Nacional de Periodismo argentina, entidad a la que el periodista de radio Continental pertenecía desde octubre de 2008. Discrepando “profundamente con ese criterio”, Morales realizó de forma automática, pública e “indeclinable” su renuncia a ese colectivo. Las repercusiones no se hicieron esperar.
–Me llamó mi suegra desde Montevideo para preguntarme en qué me había metido, había visto algo en la televisión y estaba preocupada. Entonces comprendí que en Uruguay no entienden lo que ocurre acá. Creen que esta polarización es una cuestión ideológica, pero lo que sucede en la Argentina es un fuerte juego de intereses con una verdadera distorsión de los poderes. Las empresas de medios avanzaron sobre otro tipo de intereses que no son los periodísticos ni los referidos a la libertad de expresión, sino a tener una posición dominante en los servicios y negocios prestadores de internet y de la TV por cable y de la televisión que influye en los contenidos. Eso construye un monstruo implacable cuya avaricia no se calma nunca y ataca a quien trata de acotarlo. La ley de medios se muestra cada vez más necesaria porque el verdadero poder, el más implacable, está en manos de sectores dominantes del periodismo que ni siquiera obedecen las exigencias que plantea esa ley. Es necesario acotar el poder de esos medios dominantes para que se pueda vivir en paz, algo inimaginable para Uruguay. Espero no estar equivocado, pero según mi perspectiva lo ideal es lo que se da en Uruguay, en donde hay un juego periodístico de intereses muy equilibrados con lo cual la democracia de los medios está salvaguardada.
–¿Cómo se da la libertad de prensa hoy en la Argentina?
–La libertad de prensa es importante pero para mí es menos interesante que la libertad de expresión, que es la certeza de que ninguna persona o medio, diga lo que diga, tenga consecuencias no deseadas por lo que dice. Nunca hubo tanta libertad de expresión en la Argentina, es tan extremo que creo que hemos llegado a un verdadero libertinaje. Ese fue el motivo por el que renuncié a la Academia Nacional de Periodismo cuando habló de una ofensa a esa libertad y me hizo partícipe. En ese momento, pensé que esta es la razón por la que yo nunca podría trabajar en política: el colectivo te obliga a tragarte sapos.
–¿A qué se refiere con libertinaje?
–Libertinaje es el agudo ataque que se puede hacer a cualquier persona, es decir que la Presidenta está loca o sugerirlo en la tapa del diario Clarín o de La Nación. Libertinaje es la posibilidad de mentar maniobras periodísticas montadas en función de verdaderos planes de destrucción del Gobierno en la medida en que atenta contra sus intereses. La Argentina vivió una situación destituyente. Si uno fuera Héctor Magnetto (mandamás de diario Clarín, habiendo perdido el negocio de millones de pesos del fútbol, soportando la acusación del monopolio Papel Prensa y de haber construido ese imperio en acuerdo total con la dictadura, siendo el presunto apropiador de hijos de desaparecidos y no haciendo nada para demostrar que no es así), la única solución que le quedaría es morirse antes de ir preso o que el Gobierno salte por el aire. Y en eso están los grandes medios con sus denuncias constantes y mentirosas. Entonces, el libertinaje es decir cualquier cosa, cualquier mentira, cualquier construcción sesgada de las cosas y que no ocurra nada. La libertad de expresión rige totalmente en la Argentina: no hay diarios clausurados, no hay radios clausuradas ni las va a haber.
–Se aprecia una polarización política que alcanza tanto a la prensa como a la población en general. Las posturas parecen estar a favor o en contra del gobierno de Cristina Fernández. Usted nombra a los diarios Clarín y La Nación como responsables. ¿A qué se debe?
–Yo al diario Clarín no lo toco y esto que pasa es un fenómeno argentino referido a Clarín. La Nación no es lo mismo que Clarín, pero se comporta de la misma manera porque los intereses en defensa de Papel Prensa lo desquiciaron. La Nación fue muy buen diario, siempre creíble, aunque la visión que tienen de los hechos es distinta a la mía. Ahora veo las tapas y no lo puedo creer. El fenómeno es único y se da porque aquí dos diarios son dueños de todo el papel para publicar diarios y es el único lugar del mundo donde eso lo consiguieron negociando con la dictadura. Actúan como juez y parte. Hoy la población está indefensa frente a los discursos mediáticos. Solamente las personas más preparadas, lúcidas y comprometidas con la discusión política, consiguen levantar las defensas. Y aún así están desinformadas. Hay que tomarse el trabajo de leer La Nación y Página 12, o Clarín y Tiempo Argentino, para no estar indefenso frente a los datos. En este momento, se torció mucho el aprecio por la verdad, y no todo el mundo puede comprar o tiene el tiempo de leer dos diarios.
–¿Cree que la actitud del kirchnerismo contribuyó a que se produzca esa polarización?
–El Gobierno argentino reaccionó con fuerza a cada uno de los ataques que recibe en esa visión sesgada que se da todos los días por los medios más poderosos en radio, televisión y diarios. Si el Gobierno no fuera contestatario frente a esta situación, se lo habrían llevado puesto. Lo que se está dando es un efecto de construcción periodística de la realidad para que la gente la consuma de esa manera. Son quienes construyen la bipolaridad de la Presidenta y la posibilidad de que los periodistas que no están en grupos hegemónicos sean no creíbles o pagados por el Gobierno. Clarín construyó mails contra mí diciendo que yo había cobrado millones de dólares del Gobierno y eso se envió de forma masiva. Es una mentira. ¿A vos te parece que alguien que construyó una vida en la cual ama poder plantarse donde sea y decir lo que se le antoja podría corromperse así? ¿Qué una persona llega a su casa después de 30 años de convivencia con una mujer y de golpe y porrazo le dice me vendí?
–¿A qué se deben esos ataques hacia su persona?
Clarín y La Nación saben que soy un buen contendiente ideológico porque tuve siempre buena imagen. Saben que soy una persona decente y lo que digo de ellos les duele. En consecuencia, lo que tienen que hacer es herir mi credibilidad y ahí es donde muestran que son capaces de cualquier cosa, de cualquier mentira. A mí, una cosa que me mortifica, me angustia, cuando pienso qué rebotes tendrá mi vida periodística en Uruguay, donde no saben qué es lo que hay en juego en la Argentina. Este fenómeno es único, no ocurre en Uruguay ni en Chile ni en México, ni mucho menos en los Estados Unidos o en Europa. Allí, los medios son importantes, tienen su prestigio y por lo tanto su incidencia, pero ninguno es dueño del papel con el que se hace negocio en todo el país. Igual, no me extraña ni me afecta recibir eso de ellos, porque yo tengo mi certeza de que lo que digo es sin ningún interés espurio detrás mío. Pero que alguien como Jorge Lanata, a quien estimé mucho, diga que me llevo dinero extra por tener el programa Bajada de línea en Canal 9, afín al Gobierno, me dolió profundamente.
–¿Se planteó llamar a Lanata para superar la situación?
–Me parece que llamarlo es darle una importancia que quizás no se merezca. Le ofrecí salir al aire desde mi programa, lo desafié, pero no hablamos todavía. Pensé, y estoy pensándolo todavía, dejar el programa Bajada de línea, como un castigo a él para que sienta el daño que hizo. Es un programa por el que pasaron más opositores que gente del Gobierno: Mauricio Macri, Felipe Solá, Pino Solanas, Ricardo Alfonsín, Luis Zamora, Miguel Bonasso. Me molesta lo que dijo porque lo que yo gano allí, bajo mi juramento, es la séptima parte de lo que gano en Radio Continental. Y se está hablando de un dinero absolutamente normal y lógico de un profesional de tantos años de trayectoria.
Además, por defender lo que yo creo y con esa acusación de “se dio vuelta”, perdí muchísimas relaciones de amistad o de pertenencia social. Yo en el Colón era Gardel en los tiempos de la confrontación entre el Gobierno y el campo y ahora hay gente que me destila un odio feroz. Pero entro y salgo con la misma naturalidad con que lo hacía antes. Tenés que tener temple para confrontar con eso.
–¿Quién cambió, usted o ellos?
–En 2008, yo estuve del lado del campo desde mis convicciones políticas: el tratamiento igual a los desiguales es un gravísimo error. Luego, llegaron una serie de postulados del Gobierno que, por propia convicción, defendí insistentemente. En consecuencia, quisieron instalar que me había dado vuelta, porque la gente cree que vos le pertenecés y la gente de la derecha pensó que yo le pertenecía porque alguna vez coincidió conmigo y al no coincidir se enojó. La realidad es que hice uso de mi libertad de forma excepcional y tuve la voluntad de romper con la pertenencia social. Siempre estuve al servicio de mis convicciones, de mi manera de ver la vida y del mundo. El honor y la ética son la razón de mi vida.
–¿Qué motivó su afinidad con el actual gobierno argentino?
–La promulgación de la ley de medios. Pero no sólo eso. Llevo 15 años peleando contra Clarín. En 2000, fui al Senado para dar un discurso y hablar sobre la maldición que es ese diario para la vida de los argentinos. Clarín es la llaga moral más terrible que haya tenido la Argentina. Por su gravitación, por el inmenso poder que tiene en amparar y proteger sus intereses. Cuando encontré un contexto favorable para la confrontación con Clarín no pude menos que sumarme. Y admiro el coraje que tuvo el Gobierno para enfrentarse a Clarín. Eso fue muy seductor porque no conozco a nadie en el mundo que se anime contra los intereses periodísticos más fuertes, ponerlos enfrente, además, y poco menos que determinar quiénes son los verdaderos enemigos. Además, hubo estatización de las jubilaciones, la Asignación Universal por Hijo que generó la recuperación de muchos chicos que ni siquiera podían ir a la escuela, el matrimonio igualitario y una legislación muy potente para el trabajador donde el costo que hoy en día se paga por echar un empleado debe ser el más alto del mundo. Esto hace a la dignidad del trabajador. Yo soy un laburante, privilegiado, claro, pero nunca dejé de ser en un trabajador en mi conciencia.

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