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30.7.11

Tonolec acústico, o cuando la fusión se vuelve identidad



La noche del viernes (22 de julio) en el Guido Miranda, los sonidos de nuestra tierra se combinaron con los de los instrumentos y ritmos “blancos” para acercar a una sala llena a la esencia de lo que somos como chaqueños, aún aquellos que hemos adoptado a Chaco como nuestra tierra, nuestra comarca. 

Por José Luis Brés Palacio
, Data Chaco.
El dúo Tonolec, devenido en octeto, apostó a su crecimiento y no se equivocó. Con las incorporaciones, las innegables dotes artísticas de Diego Pérez y las cualidades interpretativas de Charo Bogarín alcanzaron, no sólo a potenciarse, sino que elevaron el nivel de sus cualidades a límites de excelencia artística a los que la dupla Pérez-Bogarín nos tienen ya acostumbrados a los que los seguimos desde los primeros pasos.
A través de un fino hilvanado, se fue construyendo durante la velada un lienzo que nos arropa e identifica no sólo como chaqueños, sino como argentinos y latinoamericanos. Tal el efecto del repertorio que transita con fluidez por temas qom como versiones de temas de los folclores argentino y sudamericano. Qué he sacado con quererte, de la chilena Violeta Parra, no es más que la puerta de acceso a una noche de arte y magia en la que brillaron con la misma luz El rito, La cazadora, Techo de paja; Baila, baila; Cosechero, entre otras. Renglón aparte merecen las versiones de Cacique Catán en lengua moqoit y Cinco siglos igual en qom.
El arte de Diego Pérez es, sin dudas, la dosis alquímica que conjura la mínima disonancia. Es su mano la que, pincelando arte y buen gusto durante el espectáculo, logra inducir esa mezcla de identidad, emoción y placer estético que termina respirando el público cuando se baja el telón.
La voz de Charo Bogarín está hecha a la medida de la música de nuestros pueblos originarios. Sabe, y  puede, regular potencia, caudal, armonía y tonos donde las necesidades interpretativas de cada tema lo requiera. “¿Por qué tiene colgada esas sogas?”, preguntó un niño en la platea a su repentinamente incómodo padre. Es que el vestuario no es un detalle menor en la estética general del espectáculo. Un entramado de telas rústicas de algodón cae desde su cabeza y se transforma en brazaletes, chalina o velo con la diestra y sensual mano y los cuidados gestos de Charo.
Tonolec es más que el dúo devenido en octeto. Es más que música étnica en inefable fusión sonidos y ritmos “blancos”. Es arte. Es Chaco en una de sus mejores expresiones.

Los artífices
Lucas Helguero, en set de percusión y coros; Nuria Martínez, en vientos andinos; Claudio Solino, en contrabajo; Emiliano Khayat, en acordeón y piano y coros; Lorena Rojas, en coros, sikus y semillas; Pablo Belmes, en semillas cajón peruano y quijada; Charo Bogarín, en voz, charango, accesorios y percusión; Diego Pérez, en piano, guitarra, moxeño y coros.

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