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18.4.14

La soledad de casi cien años

GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ 1927-2014
El escritor colombiano, en Monterrey, México, en 2003.| fnpi.org.

Gabo | Falleció ayer, en México, a los 87 años. Su obra cumbre, Cien años de soledad, atrapa desde el primer párrafo hasta el último. Fascina también todo lo que rodeó a la creación de la novela, publicada por primera vez en 1967. Si no te gusta, rómpelo”, le pidió al editor cuando le mandó el manuscrito. 

Fito Paniagua

Y si no hubieras sido escritor, ¿qué habrías querido ser?, le preguntaron una vez a Gabriel García Márquez. “El otro día, entre dos trenes, me refugié de una tormenta de nieve en un bar de Zúrich. Todo estaba en penumbra, un hombre tocaba el piano en la sombra, y los pocos clientes que había eran parejas de enamorados. Esa tarde supe que si no fuera escritor, habría querido ser el hombre que tocaba el piano sin que nadie le viera la cara, solo para que los enamorados se quisieran más”, respondió.
La anécdota está en un texto periodístico de Eligio García Márquez, el hermano del célebre escritor colombiano, escrito en 1971 y que figura en el libro Así son. Lo cuenta un artículo en El País Semanal, de enero de 2013.
Gabriel García Márquez falleció ayer jueves 18 de abril, en México, a los 87 años. Por suerte para muchos –quizá no para las parejas de enamorados–, no fue ese hombre que tocaba el piano en la penumbra de un bar y se dedicó a escribir.
Su obra cumbre, Cien años de soledad, atrapa desde el primer párrafo hasta el último, del mismo modo que fascina todo lo que rodeó a la creación de la novela, cuyas protagonistas son “cuatro abigarradas generaciones” de Buendía, como el mismo autor define.
En Gabo. Cartas y recuerdos, García Márquez le revela al periodista y escritor colombiano Plinio Apuleyo Mendoza que Cien años de soledad fue la primera novela que trató de escribir, a los 17 años, y que abandonó al poco tiempo porque le quedaba “demasiado grande”. La había titulado La casa.
“Un día de enero de 1965, mientras guiaba su Opel por la carretera de Ciudad de México a Acapulco, surgió íntegra en su mente la novela que venía imaginando pacientemente desde su adolescencia. En una decisión suicida dejó la economía de la casa en manos de Mercedes [Barcha], su mujer, y se encerró a escribir el libro que le daría prestigio, pero también soledad”, cuenta Eligio en Así son.
Hasta la impresión en 1967 (la primera edición salió el 5 de junio de ese año), fue un dolor de cabeza, acentuado por el hambre que pasaban él y su familia, recuerda Mercedes, encargada de la subsistencia. Ella lo cuenta en una entrevista que le hizo Héctor Feliciano, que aparece en el libro Gabo periodista. Mercedes envió el manuscrito de la novela a la editorial Sudamericana, en Buenos Aires, en dos paquetes para que el envío saliera más barato.
En marzo de 1967, el editor Francisco Porrúa recibió las 1.300 carillas del original, acompañado por una hoja en la que García Márquez le decía: “Si a ti no te gusta, rómpelo. Olvidaré esta novela”.
Cien años de soledad se publicó por primera vez en la editorial Sudamericana con una tirada inicial de 8.000 ejemplares, los que se agotaron en dos semanas. Desde entonces se vendieron millones a través de más de 100 ediciones. Desde entonces, Gabo se sintió acosado. Conoció la fama, pese a que hubiera querido dedicarse tan solo a “las canciones de los Rolling Stones, la revolución cubana y cuatro amigos”.
La llovizna de minúsculas flores amarillas el día en que murió José Arcadio Buendía; el calor sofocante que invadió Macondo durante el funeral de Úrsula Iguarán; la sangre de José Arcadio que recorrió en un hilo todo el pueblo hasta llegar a su madre; las 32 guerras civiles del coronel Aureliano, que tuvo 17 hijos con 17 mujeres distintas; Remedios la Bella, la joven Buendía que subió al cielo entre el deslumbrante aleteo de unas sábanas; todas las hormigas del mundo que devoraron a Aureliano, el último de la estirpe... Todo lo que acontece en Macondo parece nutrirse de aquellas historias que el propio García Márquez incluyó en su discurso cuando fue a recibir el Nobel de Literatura en 1982:
-Al primer nativo que encontraron en la Patagonia le pusieron enfrente un espejo y aquel gigante enardecido perdió el uso de la razón por el pavor de su propia imagen, según la crónica de Antonio Pigafetta, un navegante florentino que acompañó a Magallanes en el primer viaje alrededor del mundo.
-En busca de la fuente de la Eterna Juventud, el mítico Alvar Núñez Cabeza de Vaca exploró durante ocho años el norte de México, en una expedición venática cuyos miembros se comieron unos a otros y solo llegaron 5 de los 600 que la emprendieron.
“La independencia del dominio español no nos puso a salvo de la demencia”:
- El general Antonio López de Santana, que fue tres veces dictador de México, hizo enterrar con funerales magníficos la pierna derecha que había perdido en la llamada Guerra de los Pasteles.
-El monumento al general Francisco Morazán, erigido en la plaza mayor de Tegucigalpa, es en realidad una estatua del mariscal Ney comprada en París en un depósito de esculturas usadas.
La cruenta realidad latinoamericana de guerras, etnocidios, golpes de Estado, desaparecidos y exiliados es la que, según García Márquez, “sustenta un manantial de creación insaciable, pleno de desdicha y de belleza”.
Sin embargo, es en la carta a Plinio del 22 de julio de 1967 donde Gabo parece explicarlo todo.  “Yo tenía atragantada esta historia donde las esteras vuelan, los muertos resucitan, los curas levitan tomando tazas de chocolate, las bobas suben al cielo en cuerpo y alma, los maricas se bañan en albercas de champaña, las muchachas aseguran a sus novios amarrándolos con un dogal de seda como si fueran perritos, y mil barbaridades más de esas que constituyen el verdadero mundo donde tú y yo nos criamos, y que es el único que conocemos”, confiesa. Y proclama: “Lo único que permite subir una señora en cuerpo y alma es la buena poesía, que es precisamente el recurso del que disponían tus tías de Toca [ciudad de Colombia] para hacerte creer, con una seriedad así de grande, que a tus hermanitas las traían las cigüeñas de París”.
En eso consiste precisamente el legado de García Márquez: mil barbaridades de nuestro verdadero mundo contadas con la buena poesía y el sentido del humor que constituyen nuestra vida de todos los días, plena de desdicha y de belleza.
Ayer, cuando García Márquez murió, dicen que en algunos lugares llovieron minúsculas flores amarillas, en otros hizo un calor sofocante y en tantos otros, como el día en que nació en Aracataca, el 6 de marzo de 1927, llovió torrencialmente. 

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